Taxi driver

Taxi driver

El reloj tan a penas marca las siete de la mañana, salgo de la ducha, miro el reloj, voy en hora, me enfundo el traje gris, estoy a punto de anudarme la corbata cuando suena la alarma del móvil, es la hora...

Desbloqueo el terminal, busco una aplicación, ahí está, es la hora de pedir un taxi, voy al menú de recogidas habituales, selecciono la dirección de mi domicilio y le doy al botón de reservar.

Al cabo de un instante una notificación llega a mi móvil, el taxi está en camino, su conductor es Miguel Ángel, apuro un café, me pongo la chaqueta y bajo las escaleras tranquilamente, han pasado dos minutos desde que llegó la notificación, el tiempo estimado era de cuatro minutos así que voy bien.

Pasan dos minutos, miro el reloj, es la primera vez que no llega a la hora que marca la aplicación, bueno habrá pillado algún semáforo de más, no pasa nada, esperaremos.

Han pasado cinco minutos desde que miré el reloj, pero no hago más que mirar la pantalla del móvil y darle a refrescar para que actualice los datos, el tiempo pasa de seis minutos a dos, y vuelve a marcar seis, esperaremos, todavía tengo tiempo de sobra, más de media hora hasta llegar al tren, sólo se tardan 10 minutos en llegar a la estación.

Miro el reloj, miro el móvil, miro el reloj, miro la aplicación, miro el mapa, voy a llamar a la central, algo ha tenido que pasar, esto no es normal, introduzco el número, voy a marcar, miro por encima del hombro, unas luces se acercan, es un coche blanco, ¿será mi taxi?, es un Seat Toledo, eso ponía en la aplicación, apago la pantalla, mi taxi ha llegado.

Subo al taxi y le indico a Miguel Ángel, un señor de cara curtida y pelo negro ya entradito en años, que tengo que ir a la estación, sin girarse me pregunta si voy a "delicias", amablemente le indico que si, al tren.

Avanza unos metros, se para en el semáforo, arranca, paramos en el siguiente semáforo a los pocos metros, miro el reloj, suspiro en silencio.

¿Entonces por donde le llevo? me pregunta con voz seca, parece que ha escuchado mi suspiro, decido que da igual, le digo que vaya por donde considere oportuno, que a esas horas él sabrá cual suele ser la ruta más rápida, aún no he terminado de decir esas palabras cuando ya me estoy arrepintiendo, debería haberle dicho que me llevase por donde siempre, por detrás de Continente, que es por donde me han llevado en los últimos viajes, porque este conductor me parece que no tiene ninguna intención de ir por allí.

Evidentemente unos cuantos metros más allá me doy cuenta de que no, no tiene intención de ir por allí, se adentra en la avenida Gómez Laguna, de ahí tirará hacia Vía Univérsitas, y cuando entre en la Calle Rioja yo estaré mordiéndome los puños porque con el dichoso carril bici es un maldito cuello de botella, y encima ahora hay que dar la vuelta para coger la estación en el sentido

Llego a la estación tan a penas cinco minutos antes de la hora de salida de mi tren, toca correr, todavía escocido por los quince euros que me han cobrado pro dar una vuelta turística a la ciudad, mientras paso el control de accesos no puedo evitar pensar en que yo iba con tiempo de sobra, tiempo hasta para tomarme un café con calma, y aquí estoy esperando a que mi bolsa pase por el escáner para seguir corriendo hasta mi vagón, al que veo entrar en la vía cuando estoy bajando por la rampa.

¿De qué me ha servido madrugar y encargar un taxi con la aplicación para no perder tiempo? Menos mal que no era la primera vez que la utilizaba, porque la experiencia, por culpa del conductor, ha sido nefasta.

Puede que el conductor tuviese un mal día, o que los astros se hubiesen alineado para que las cosas ocurriesen como ocurrieron, pero sinceramente creo que el problema era de actitud, hoy en día los taxistas se "ven obligados" a utilizar una serie de herramientas tecnológicas con las que los conductores jóvenes se ven muy cómodos, pero con las que los conductores tradicionales parecen lidiar a marchas forzadas, un ejemplo que podríamos trasponer a muchos sectores de nuestra sociedad.


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